Opinión

Muy poca masa madre del PAN.

  Por: Manuel Narváez Narváez

Email: narvaez.manuel.arturo@gmail.com

Ha transcurrido un mes desde que las y los mexicanos acudimos a las urnas y el escenario político no es distinto que en ocasiones anteriores.

Las manifestaciones de fraude electoral han desaparecido en la medida que la oposición recupera el conocimiento después que la aplanadora le pasó por encima.

Entretanto el camaleónico árbitro electoral resuelve los recursos de impugnación, valida el proceso electoral y aprueba el dictamen que declara presidente a la ganadora, la cruda realidad profundiza en las entrañas de los partidos perdedores y se abre el período de caza de brujas.

Hablemos del PAN.

Con la obviedad de los resultados a la vista y en las circunstancias que se presentaron, el partido fundado en 1939 por varones con Manuel Gómez Morin a la cabeza, tiene que, si o si, adecuarse a los nuevos tiempos para aspirar a ser considerado como opción política al corto y mediano plazo. No hay de otra.

Ya no se trata de reflexionar sobre los resultados o “refundar” al partido. Las y los panistas deben entender que desde hace 12 años perdieron el poder y que su representación en el congreso federal para el sexenio 2024/2030 será nimia y testimonial, quizás desapercibida.

Por supuesto que la tarea es monumental, sin embargo, el mayor problema subyace en la soberbia de los dirigentes y los escasos actores políticos que aun mantendrán cierta presencia en los tres años siguientes mientras se llega la evaluación intermedia del proyecto de nación más votado.

Acción Nacional perdió al partido desde que ganó el poder.

 Justo es reconocer también que en las entidades donde ha gobernado y en las ciudades más importantes del país que aún conservan se nota mayor desarrollo y calidad de vida en comparación con las que pasaron directamente del PRI al PRD y ahora a Morena.

La bronca del PAN es que sus principios, la doctrina y la mística fue un ejercicio de Fe practicado hasta antes de ganar la presidencia de la República. Con la llegada al poder se enfermó de pragmatismo y se empachó de burócratas que pronto aprendieron malas costumbres.

Embriagados de poder, la dirigencia nacional y las franquicias locales capitularon ante los designios de Fox y Calderón. De ser la mente, conciencia y escuela para las nuevas generaciones, el partido pasó a ser una triste porra matraquera con perfiles banales, lisonjeros y percha de juniors.

Salvo en honrosas y escasas excepciones,  y pese a la influencia del presidente, gobernador (a) o alcalde (sa) en turno, partido y gobernante transitaron con distancia respetuosa y exitosa en las urnas. Fuera de eso, la radiografía actual refleja cuán dañino fue someter al partido a la voluntad del poder público

El último dirigente nacional del PAN formado en la escuela original del partido e investido bajo los estándares de vergüenza y principios

que distinguieron a la mayor parte de sus antecesores, fue sin duda Luis Felipe Bravo Mena.

24 años después de llegar a la presidencia de la República, Acción Nacional dista mucho de la opción ciudadana que representó los ideales de libertad y democracia que los ciudadanos abrazaron. Hoy  carece de los principios que pregonaba.

Con escasa militancia, muy pocos jóvenes, con la carga a cuestas de las derrotas abrumadoras y las vergüenzas del PRI, una minioligarquía de tecnócratas funcionales y pandillas depredadoras enquistadas en la burocracia dorada pública y partidista se disputan los pocos espacios que quedan, para mantener privilegios que solo el dinero y el poder público otorgan.

Muchos huyeron al llenar sus alforjas con billetes y ser refugiaron en Morena. Pocos, muy pocos esperan revivir los ideales del partido.

Sin otro camino más que el de renovarse o morir, el PAN debe encarar su destino.

Como siempre, solo hay de dos sopas: regresan a los principios rectores que le dieron sustento y origen, escuchan a sus líderes históricos que todavía militan, reivindican a las bases, se reconcilian con la ciudadanía y dan muestra de congruencia y honestidad, o se los carga la chingada.

Y si continúan con los estúpidos clichés reflexivos, frenos  estatutarios o seguir aferrados a imponer mozalbetes de aparador, igual se los va a cargar la chingada.

Es cuanto.